lunes, 13 de junio de 2011

Léopold Sédar Senghor: "Tyaroye"

 Tyaroye

Prisioneros negros bien digo prisioneros franceses, ¿entonces es verdad que la Francia no es más la Francia? 
¿Entonces es verdad que el enemigo le robó su rostro? 
¿Es verdad que el odio de los banqueros compró sus brazos de acero? 
¿Y no ungió vuestra sangre a la nación olvidadiza de su misión de ayer? 
Decidme, ¿no se mezcló vuestra sangre a la sangre lustral de sus mártires? 
¿Serán vuestros funerales los de la Virgen Esperanza? 
Sangre sangre oh sangre negra de mis hermanos, mancháis la inocencia de mis sábanas 
Sois el sudor en que se baña mi angustia, sois el sufrimiento que hace enronquecer mi voz 
¡Wôi!, escuchad mi voz ciega, genios sordomudos de la noche. 
Lluvia de sangre roja ¡langostas! Y mi corazón clama al azur y a la gracia. 

No, no habéis muerto en vano ¡oh Muertos! Esta sangre no es agua tibia 
Riega densamente nuestra esperanza, que florecerá al crepúsculo. 
Es nuestra sed nuestro hambre de honor, esas grandes reinas absolutas 
No, no habéis muerto en vano. Sois los testigos del África inmortal 
Sois los testigos del mundo nuevo que será mañana. 

¡Dormid oh Muertos! y que mi voz os acune, mi voz de furia que acuna la esperanza. 

París, diciembre de 1944.

viernes, 10 de junio de 2011

Léopold Sédar Senghor: "Au Guélowâr"

Al Guélowâr 

Guélowâr! 
Te escuchamos, te oímos con los oídos de nuestro corazón. 
Luminosa, tu voz estalló en la noche de nuestra prisión 
Como la del Señor de la sabana, ¡y qué estremecimiento recorrió la onda de nuestra espalda curvada! 
Somos crías de pájaros caídas del nido, cuerpos privados de esperanza y que se marchitan 
Fieras de garras recortadas, soldados desarmados, hombres desnudos. 
Y henos aquí rudos y torpes como ciegos sin manos. 
Los más puros entre nosotros han muerto: no pudieron tragar el pan por la vergüenza.
Y henos aquí presos en las redes, librados a la barbarie de los civilizados 
Exterminados como facóqueros. ¡Gloria a los tanques y gloria a los aviones! 
Buscamos un apoyo, que se escurría como la arena de las dunas 
Jefes, y estaban ausentes, compañeros, ya no nos reconocían 
Y nosotros ya no reconocíamos a la Francia. 
En la noche gritamos nuestra desesperación. Ni una voz respondió. 
Los príncipes de la Iglesia se callaron, los hombres de Estado clamaron la magnanimidad de las hienas 
"¡Sí!, se trata del negro, ¡sí!, se trata del hombre, ¡no!, ¡cuando se trata de Europa!" 
Guélowâr! 
Tu voz nos dice el honor la esperanza y el combate, y sus alas se agitan en nuestros pechos 
Tu voz nos dice la República, que nosotros elevaremos la Ciudad en el día azul 
En la igualdad de los pueblos fraternos. Y nos respondemos: "¡Presentes, oh Guélowâr!"

Camp d'Amiens, setiembre de 1940.