Elogio de la filosofía[i]
Jacques Derrida
Conversación entre Jacques Derrida, Didier Eribon, Robert Maggiori y Jean-Pierre Salgas publicada en Libération (sábado 21 et domingo 22 de novembre de 1981)
Las
iniciativas del ministro de la Investigación, Jean-Pierre
Chevènement, están perturbando al mundo que generalmente vive entre los
algodones de las ciencias exactas y de las ciencias sociales o humanas.
No se sabe todavía lo que podrá salir, por las buenas o por las malas, de esa «leonera»:
hay debates, proyectos, contraproyectos, polémicas, discusiones
actualmente en curso. Una cosa, sin embargo, es evidente: en lo que respecta a la
filosofía, ésta permanece claramente olvidada. No obstante, nos
acordamos de la «querella de la filosofía» y
de los debates sobre la filosofía que habían suscitado las (malas)
intenciones de los gobiernos precedentes. Movilizados, los filósofos se
habían encontrado, en junio de 1979, en los Estados Generales de la
Filosofía, en el curso de los cuales se había formado la idea, no sólo,
evidentemente, de una defensa de la filosofía y de lo que ella
representa, sino también de una extensión de la enseñanza filosófica. En
esa época, los socialistas, que no tienen por qué ser a priori clasificados entre aquellos que «temen a la filosofía»,
habían escuchado favorablemente las proposiciones nacidas de los
Estados Generales. François Mitterrand mismo, antes de las elecciones,
había asegurado que, si los socialistas llegaban al poder, la enseñanza
de la filosofía sería «mantenida y desarrollada».
Y bien, los socialistas están, hoy, en el poder. ¿Qué es entonces de
esas promesas? El ministro de la Educación nacional, Alain Savary, se
muestra, contrariamente a su colega de la Investigación, bien
silencioso. Hemos pedido a Jacques Derrida, quien, a la cabeza del Greph, ha sido siempre punta de lanza en la pelea «por la filosofía», que aporte su contribución — la cual podría sonar como una necesaria interpelación.
LAS PROPUESTAS DEL GREPH
El Greph ("Groupe de recherche sur l’enseignement de la philosophie" [Grupo de investigación sobre la enseñanza de la filosofía]) propone que una decisión de principio confirme y ejecute los compromisos del Presidente de la República: en la fecha más cercana posible, la enseñanza filosófica, mantenida en todas las secciones de 'Terminal', sería introducida a partir de 'la Seconde'. Estando en 'stand-by' tal fecha y tal decisión, los trabajos reunirían a todos los interesados; y, sobre todo, las experimentaciones serían múltiples, no sólo en algunos liceos piloto especializados en la experimentación, sino en todo aquel sitio en que fueran posibles y deseadas, dando por sobreentendido que el ministerio alentaría y favorecería oficialmente sus condiciones. El Greph propone además — pero ahí hay todavía puntos a discutir con todas las instancias involucradas — que por una parte la filosofía sea introducida en 'Seconde' bajo su forma de disciplina reconocida, con sus exigencias y sus normas clásicas. Por ejemplo con el ritmo de dos horas por semana, y con los derechos admitidos por toda otra disciplina fundamental. El profesor de filosofía enseñaría aquello que ha sido dado llamar, en un sentido estricto, la filosofía institucional. Pero, por otra parte, en acuerdo con los representantes de otras disciplinas, según formas inéditas, sobre contenidos nuevos y todavía poco o mal representados en la distribución actual de los campos de enseñanza, sería practicado a la vez que enseñado algo que se asemejaría al pensamiento en los límites de la filosofía, fuera de programa en lo posible, y con el mayor sentido posible de la innovación, de la invención en común. En este espacio de "desove", los filósofos y la filosofía (en el sentido más amplio e innovador) tendrían su rol, un rol no preponderante, dentro de un conjunto que estaría a disposición de todos los enseñantes y de todos los alumnos. Esto supone una refundición profunda del sistema y de las costumbres, en la escuela y en otras partes.
J. DERRIDA
Acerca del conjunto de estas cuestiones, puede leerse: Qui a peur de la philosophie? [¿Quién le teme a la filosofía?] y Les États Généraux de la philosophie [Los Estados Generales de la filosofía] (Flammarion, Collection Champs).
LIBÉRATION. - En
dos ocasiones, François Mitterrand habrá abordado la cuestión de la
extensión de la enseñanza de la filosofía. Ahora, este tema está para
usted en el orden del día desde los Estados Generales de la filosofía.
Jacques Derrida - En verdad desde el inicio de 1975, era para nosotros mucho más y otra cosa que una reivindicación particular (técnica, pedagógica, esto es, corporativa). Tal transformación alcanzaría todo, antes y después del secundario, en y fuera de la enseñanza. Como no se trata sobre todo de propagar una disciplina, y todavía menos la misma disciplina (mismos contenidos, mismos métodos, etcétera) en condiciones idénticas, como llamamos a una transformación profunda de todo el sistema educativo en sus relaciones con la sociedad, sabíamos claramente que entonces hablábamos de una verdadera mutación política. Y no disimulábamos que a la llegada de un gobierno de izquierda el espacio del debate o del combate sería ciertamente más abierto, más favorable, pero que las resistencias seguirían estando vivas, los trabajos y las luchas todavía serían necesarias. Aquello a lo que nos enfrentamos es en efecto más antiguo, más enraizado y por lo tanto más tenaz que los temas, programas, códigos políticos con respecto a los cuales se enfrentan — o se entienden — las mayorías electorales de este país.
LIBÉRATION. - Pero de todos modos se ha asistido a cierto cambio político. Estos cambios ¿son de naturaleza tal que hagan desaparecer ciertos obstáculos?
Jacques Derrida - En verdad desde el inicio de 1975, era para nosotros mucho más y otra cosa que una reivindicación particular (técnica, pedagógica, esto es, corporativa). Tal transformación alcanzaría todo, antes y después del secundario, en y fuera de la enseñanza. Como no se trata sobre todo de propagar una disciplina, y todavía menos la misma disciplina (mismos contenidos, mismos métodos, etcétera) en condiciones idénticas, como llamamos a una transformación profunda de todo el sistema educativo en sus relaciones con la sociedad, sabíamos claramente que entonces hablábamos de una verdadera mutación política. Y no disimulábamos que a la llegada de un gobierno de izquierda el espacio del debate o del combate sería ciertamente más abierto, más favorable, pero que las resistencias seguirían estando vivas, los trabajos y las luchas todavía serían necesarias. Aquello a lo que nos enfrentamos es en efecto más antiguo, más enraizado y por lo tanto más tenaz que los temas, programas, códigos políticos con respecto a los cuales se enfrentan — o se entienden — las mayorías electorales de este país.
LIBÉRATION. - Pero de todos modos se ha asistido a cierto cambio político. Estos cambios ¿son de naturaleza tal que hagan desaparecer ciertos obstáculos?
Jacques Derrida — Aparentemente el obstáculo político de principio se ha levantado, parece hacer desaparecido formalmente. No hablo sólo del sentimiento de liberación, de la inmensa esperanza que ha podido suscitar la llegada de la izquierda al poder. No hablo sólo de lo que podría, esperémoslo, poner fin a una de las secuencias históricas más siniestras después de la guerra, en particular, hay que insistir en ello, en la Universidad. No, me refiero muy precisamente, dado que es el único tema de nuestra conversación, a los compromisos formales de François Mitterrand durante su campaña presidencial. Como todos los compromisos de este período, deben formar la carta de la acción gubernamental. Ahora, para empezar estuvieron las 10 propuestas del Discurso de Évry, luego esa carta al Greph (publicada posteriormente en Le Monde del 27 de mayo): «la enseñanza de la filosofía debería ser sostenida y desarrollada», «debería figurar obligatoriamente en el conjunto de las secciones del Segundo Ciclo Largo». Estos compromisos responden a las reivindicaciones de los Estados Generales. No los dejaremos olvidar o descuidar. Urge recordarlos hoy día. Porque los problemas siguen estando.
Ningún
signo que provenga del Ministerio anuncia aún la menor iniciativa en
este terreno, no se hace ninguna referencia oficial a los compromisos de
François Mitterrand, incluso no se avanza la hipótesis de una
discusión, de un proyecto de estudio o de exploración preliminar, nada.
Se mantiene incluso la supresión (por Saunier-Séité) de ciertas
habilitaciones vitales para la filosofía en ciertas Universidades.
Muchos enseñantes, estudiantes, alumnos, se sorprenden o se indignan,
podemos dar testimonio de ello. En varias ocasiones, este verano y este
otoño, el Greph propuso participar al menos en estos
trabajos preparatorios indispensables. Todos los interesados deberían
estar asociados en ello, ministerio e inspección general, padres de
alumnos, representantes de otras disciplinas, sindicatos y asociaciones
corporativas, tal como la Asociación de profesores de Filosofía (la cual
no es «la única asociación representativa», ella no es la única en haber «consagrado su acción desde hace más de treinta años», como recientemente pretendió, a la «expansión de la enseñanza filosófica»: algunos
de sus miembros declaran incluso temer la expansión de la enseñanza
filosófica en las secciones técnicas). En todo caso ninguna acción que
involucrara sólo una planificación de los horarios en 'Terminales' puede
estar a la altura de los problemas que debatimos, en los que nos
debatimos.
LIBÉRATION. -
¿Es muy importante esta cuestión de las secciones técnicas, en su opinión?
Jacques Derrida - Sí, es reveladora. Tocamos ahí, rápidamente, la dificultad propiamente histórica que rozábamos recién. ¿Por qué en este dominio, precisamente, la nueva mayoría se arriesga a proseguir, con un lenguaje apenas diferente, una política que parecía haber combatido durante decenios? Cuando las fuerzas que sostenían los gobiernos de ayer, en la escuela y fuera de la escuela, tendían a limitar la enseñanza filosófica, su preocupación no pasaba sólo por prohibir o reprimir determinada politización poco controlable, a través de tales o cuales discursos, textos o temas directamente políticos en el sentido directamente codificado del término. Esta inquietud inmediatamente política jugó sin lugar a dudas un rol, sobre todo después del '68, podríamos recordar pruebas numerosas y graves de ello. Pero sobre todo estaba la potencia constrictiva de un mercado, los imperativos tecno-económicos, cierto concepto, otros dirían una ideología o simplemente una filosofía de la adaptación inmediata a las urgencias aparentes de la productividad en la competencia nacional e internacional.
Nada
más «natural», en suma, que este tecnologismo, que es también un
productivismo y un positivismo. Para la filosofía que los sostiene (es
también una filosofía, una gran tradición de la filosofía, una filosofía
de la filosofía), la formación de filósofos debía limitarse a una
determinada democratización, más allá de una clase social que tenía su
monopolio de hecho y que marcaba el discurso filosófico con sus propios
trazos. Tal expansión de tal formación no era rentable, no era
suficientemente «performante». Por formación de filósofos, entiendo la
de ciudadanos (para empezar alumnos o estudiantes, a veces enseñantes o
investigadores) entrenados en el rigor de una disciplina (como deben
serlo en la de otras disciplinas o saberes) pero también abiertos por
ella y más allá de ella hacia cuestionamientos o puestas en cuestión
difíciles de programar.
LIBÉRATION - ¿Qué pasa hoy en día? ¿Estamos, con respecto a ello al menos, en una situación verdaderamente nueva?
Jacques Derrida
- No estoy seguro. El proyecto, la «idea» socialista debe avanzar a
través de contradicciones esenciales y numerosas. Por ejemplo, hay que
responder y a la vez escapar a la programación tecno-económica del
mercado, de la producción, a las urgencias muy estrictas de la
competencia nacional y mundial en su actual estado. Hay que responder y
no responder a las leyes de esta maquinaria, satisfacerlas e intentar
desplazarlas. Contradicción probablemente inevitable cuyos efectos es
posible seguir en el detalle de la gestión y del discurso socialistas.
Esto en sí no es un mal absoluto, un vicio, un accidente o una
debilidad. Pero no hay manera de pensar esta contradicción, de
analizarla que no sea trabajándola mediante el desconocimiento o la
denegación.
LIBÉRATION. — ¿El
Coloquio nacional sobre la Investigación Científica y la Tecnología
organizado por Jean-Pierre Chevènement le parece a este respecto un
indicador?
Jacques Derrida
— En principio es una iniciativa muy feliz. ¿Cómo no aprobarla? Pero
partiendo de sus protocolos oficiales y sus primeros trabajos
preparatorios, estamos llamados a facilitar el «pasaje» entre los
imperativos de la tecnología o de la producción (nociones demasiado
oscuras, sea lo que fuere que digamos con ello) y por otro lado la
enseñanza, la ciencia o la cultura (nociones no menos problemáticas y
tan a menudo dadas por sentadas, tanto hoy como ayer). Estamos llamados a
«adaptar» «modos de formación interdisciplinaria» «con respecto a las
nuevas necesidades del mercado económico y social (industria,
agricultura, etc.». Nada más legítimo, nada más necesario, pero ¿en qué
radica la novedad en cuanto a la idea de la ciencia, de la cultura, de
la técnica, de la investigación científica y de la enseñanza? Aunque
felizmente se encare aumentar determinados presupuestos, de volver más
efectiva una democracia social y humanista que hasta ayer venía siendo
formal e insuficiente, el sistema de evaluación, las finalidades seguían
siendo las mismas, y el discurso y la idea de la cultura. Al interior
de esta continuidad, seguramente, se pueden hacer enormes progresos, y
soy de aquellos que lo desean. Pero ¿no deberíamos interrogarnos incluso
sobre esta continuidad y volver efectiva, en todos los dominios, la
posibilidad de esta interrogación? ¿No es en nombre del discurso mismo,
de los «pasajes» mismos, de la adaptación «misma», que se quería antaño
evacuar la filosofía y todo lo que no respondiera a los criterios de
«performance» productiva, a las pretendidas «necesidades sociales»? Esta
última noción es realmente equívoca y se hace de ella la instancia
suprema. ¿Qué es una necesidad social? ¿Quién la define? ¿Qué es
adaptarse a una necesidad social pretendidamente previa, sobre todo para
la investigación científica, la ciencia, la cultura, y a fortiori la filosofía que es incluso algo totalmente distinto?
LIBÉRATION. - Sí. Pero no alcanza con decir que es «algo totalmente distinto». Quizás es esta imprecisión artística que alimenta las diatribas contra la filosofía.
Jacques Derrida
— Tiene razón, pero no improvisaré aquí una definición de «la
filosofía». Limitándome a las preocupaciones inmediatas que nos son
comunes con respecto a ello, diré que «la filosofía» nombra actualmente
al menos dos cosas.
Por
un lado, evidentemente, una tradición muy rica, textos, tesoros de
discurso, de argumentación, de preguntas (pre-críticas, críticas y más
que críticas, otra cosa que preguntas simplemente críticas), la
metafísica, las ontologías regionales, la epistemología en el sentido
más amplio, la política, etc. Estos elementos de una disciplina, estos
potentes instrumentos no son sólo instrumentos y técnicas si bien
también lo son, y que haya que asegurar su indispensable tradición. Bajo
este título, ya, la filosofía no releva ni de las ciencias exactas ni
de las ciencias sociales o humanas cuyo «retardo» el Ministro de la
Investigación Científica cree poder constatar o lamentar (enorme
cuestión que no hago más que evocar al pasar). La cientificidad y el
objeto de estas ciencias son también preguntas para la filosofía. Antaño
fue también para hacer sitio a las
«ciencias humanas» que se quiso reducir o diluir la enseñanza
filosófica. La filosofía tampoco es, simplemente, una actividad
productiva, y diría incluso que su pertenencia a lo que se llama la
«cultura» no es evidente de suyo. Sin dirigirse contra ellas, las
filosofía es otra cosa que la ciencia, la técnica, la cultura. Uno puede
apostar que en estos otros dominios no puede surgir ninguna mutación
que se anuncie en los confines de la filosofía. Prefiero decir «en los
confines», de un lado y del otro de un límite que mira a la vez hacia
adentro y hacia un más allá de la filosofía.
También, por otra parte, el nombre de filosofía se encuentra justamente asociado a todo «pensamiento» que ya no se deje determinar, en justicia, por los programas tecno-científicos o culturales, que a veces desacomoda, interroga y afirma, sí, afirma, más allá de ellos, sin necesariamente oponerse a ellos o limitarlos sobre el modo «crítico». El valor de «crítica» es sólo una de las posibilidades filosóficas, tiene su historia y su propia genealogía. Lo que llamamos por ejemplo «deconstrucción» no se limita a ninguna de estas operaciones llamadas críticas, cuya virtud e indiscutible necesidad han inspirado a todos aquellos que defienden la filosofía una reflexión «crítica» frente a los poderes. Lo que me interesa en esta «deconstrucción» es en particular ese pensamiento afirmativo que, por no ser ni tecno-científico, ni cultural ni incluso totalmente filosófico, guarda una afinidad esencial con la filosofía, a la que trabaja — en todos los sentidos de la palabra — en su discurso tanto como en sus estructuras institucionales, pedagógicas, políticas, etc. Este «pensamiento» puede encontrarse presente en todas las disciplinas, en las ciencias y en la filosofía, en la historia, la literatura, las artes, sin obsesión de performatividad tecno-económica. Si está presente, este pensamiento es incalculable y marca el límite mismo del tecnocratismo.
Estas preguntas extrañas y aparentemente frágiles, estos desoves insólitos a los cuales hay que darles su oportunidad, no son necesariamente especulaciones estériles. Por otra parte, ¿por qué no permitirles correr tal riesgo de improductividad? Los espíritus preocupados por la rentabilidad calculable deben saber que a través de dichas errancias marginales y aleatorias se anuncian a veces mutaciones, el porvenir cifrado de un descubrimiento que, para empezar, acaba de agrietar con su firma [o "signatura"] las más densas y las más seguras máquinas de programar. Bien se sabe que pensamientos inauditos, transformadores descubrimientos científicos estuvieron ligados a veces a imprevisibles golpes, golpes de dados o golpes de fuerza.
LIBÉRATION. - ¿Pero no hay en los textos preparatorios para el Coloquio Chevènement mismo una protesta contra el tecnocratismo, por más que ésta sea tímida?
Jacques Derrida — Es verdad. Y es por ello por lo que no critico ni denuncio ese Coloquio, al contrario, le aporto, como usted ve, mi modesta contribución, incluso si parece un poco disonante. Es que en esos textos preparatorios la protesta contra el tecnocratismo está como perdida en medio de un himno al humanismo tecno-democrático que se asegura más en su legitimidad, su necesidad, su optimismo y su progresismo. Y bien, mientras más fuerte sea ese discurso, más irrefutable parezca, mayor necesidad tendremos (¡he aquí una «necesidad»!) de interrogarlo sobre sus fundamentos últimos, sus límites, sus presupuestos, su vieja y su nueva historia. Sólo podremos hacerlo desde lugares o no-lugares al margen, a través de discursos y gestos minoritarios, insólitos, con pocas garantías de su admisibilidad inmediata, según interpelaciones que no se dejen dominar o intimidar por ese poderoso programa.
La
filosofía, o más bien el «pensamiento», para mí, sería eso, ese
no-sitio móvil desde el cual se continúa o se recomienza, siempre
otramente, a preguntarse en qué consiste la técnica, la positividad de
las ciencias, exactas o no, la producción, sí, sobre todo la
productividad. Dicha «filosofía», claramente se debe reconocer que no
tiene sitio asignable en un Coloquio sobre la Investigación y la
Tecnología. Se ha tenido a bien designarla de pasada entre los
«múltiples trabajos de orden filosófico, histórico, sociológico, económico o político», pero ella no pertenece a la serie de tales investigaciones.
LIBÉRATION. - Entonces, ¿es toda la estructura de la Universidad y de la enseñanza superior lo que hay que interrogar?
Jacques Derrida -Haría falta, tarea paradójica, aparentemente contradictoria y sin embargo vital, crear instituciones que dejen el espacio, y un respiro, a lo que todavía no tiene rostro identificable. No me refiero únicamente a la filosofía bajo la forma en que se la admite bajo el rótulo de teoría de la ciencia o de epistemología, bajo el rótulo de disciplina que trata de los fundamentos de la ciencia o de la técnica, de la política o de la ética. La filosofía es eso, ciertamente, pero cierto «pensamiento», otramente filosófico, también puede interrogar en su genealogía y en sus presupuestos este mismo fundamentalismo, esta petición de fundamento, e incluso una jerarquía ontológico-encicopédica (ontología general, o fundamental, ontologías regionales, saberes y positividades, etc.).
Esta
jerarquía construyó, no lo olvidemos, el modelo de Universidad con el
que vivimos todavía desde inicios del siglo XIX. El modelo mismo se
encuentra debilitado actualmente, y de modo irreversible, creo. Todos
los Estados, tanto en el Este como en el Oeste, lo dejan o lo hacen
morir ya que prefieren a él instituciones de investigación más
«performantes» (desde el punto de vista de la tecnología científica,
industrial y, siempre, militar), más estrechamente dependientes y
desligadas de toda enseñanza. Habría que detenerse largamente sobre esta
evolución, no podemos hacerlo aquí. En una palabra, la paradoja sería
la siguiente: según el modelo que podría llamarse «moderno» desde
inicios del siglo XIX europeo, y para empezar alemán, esta Universidad
representa indirectamente una vieja racionalidad estatal condenada, pero
podría convertirse curiosamente, en su vejez misma, en una suerte de
refugio del liberalismo, en el sentido en que se podía también hablar de
«artes liberales», quizás, una solución de repliegue y de urgencia para
un pensamiento que quisiera seguir escapando a la planicación
constrictiva de la que hablábamos hace un momento y que gana todos los
lugares de investigación (lo que en tiempos de Kant y del Conflicto de las Facultades se llamaba las Academias y las Sociedades eruditas, poco numerosas y marginales en ese entonces).
No
creo que haya que elegir entre las dos posibilidades. Por antitéticas
que parezcan, se ensamblan en el mismo sistema. No, habría que
reconstruir de cabo a rabo todas las relaciones (e incluso interrumpir
algunas veces toda relación) entre el Estado y, bajo su forma
institucional o no, el saber, la técnica, la cultura, la filosofía, el
pensamiento. Quizá ya eso se esté dando, incluso si no es muy
manifiesto. Pero para hablar seriamente de ello, deberíamos al menos
recordar toda la historia de esta problemática, releer entre otras cosas
El Conflicto de las Facultades, reescribirlo de un modo
totalmente otro hoy, reescribir de un modo totalmente otro lo mejor y lo
peor de lo que Kant,
Schleiermacher, Hegel, Humboldt, Fichte, Schelling, pero
también Cousin,
Heideggery algunos otros nos han legado sobre estos temas.
Sería necesario incluso que se nos dejara el tiempo y los medios para
ello.
Texto completo en francés:
http://www.jacquesderrida.com.ar/frances/eloge_philosophie.htm
[i]
[Publicamos bajo este título una conversación entre Jacques Derrida, Derrida,
Didier Eribon, Robert Maggiori y Jean-Pierre Salgas publicada en Libération
(sábado 21 y domingo 22 de noviembre de 1981). No es inútil reproducir
aquí la introducción entonces propuesta por el diario a esta
conversación así como la presentación que se hizo del «proyecto del Greph»].
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