sábado, 4 de agosto de 2012

Sobre Aimé Césaire [por Daniel Maximin]

Sobre Aimé Césaire 

por Daniel Maximin 

Para hablar de Aimé Césaire, ese hombre cuya envergadura literaria y política ha hecho de él una de las grandes figuras del siglo XX, me gustaría citar estos versos de su más reciente libro de poemas, Moi laminaire [Yo laminaria], a través de los cuales se define a sí mismo del modo más cabal: 
Habito una herida sagrada 
habito ancestros imaginarios 
habito un deseo oscuro 
habito un largo silencio 
habito una sed irremediable... 
Todo queda dicho en cinco versos, del modo más justo y más poético: Aimé Césaire es un hombre de convicciones, de creación, de testimonio y fidelidad.

En efecto, lo que define a Aimé Césaire, para empezar, es una fidelidad a la historia, la exigencia del derecho a la memoria, el rechazo del silencio con respecto a los crímenes del pasado: el genocidio amerindio, la trata, la esclavitud y la opresión colonial, cuyas secuelas no fueron, incluso hoy en día, totalmente erradicadas. 

Es también la exigencia de testimoniar sobre los combates incesantes de su pueblo por su libertad y su dignidad. Desde su primer texto, el Cahier d'un retour au pays natal [Cuaderno de regreso al país natal], la voluntad de pintar la metamorfosis de "esta multitud inerte" herida por la historia, en un "pueblo en pie, un país en pie y libre", estructura todo el movimiento de este poema que desde hace cincuenta años da la vuelta al mundo para despertar la memoria y la esperanza de los oprimidos, con su célebre proclama "mi boca será la boca de los infelices que ni boca tienen". 

Pero, más allá del testimonio, Césaire es también el hombre de la voluntad, es decir, de la acción y el compromiso colectivo a lo largo de toda su extensa carrera política. 

Durante los decenios en que representó sin interrupciones a la Martinica en la Asamblea Nacional, generaciones enteras de diputados de todas las posturas regresaban a la sesión cuándo él tenía la palabra, en vistas a apreciar las cualidades de estilo, humor y espíritu combativo del gran orador, pero también y sobre todo la convicción, el rigor y la amplitud de visión del hombre político. Jamás quedó ceñido a los breves plazos de la política, a la preocupación partisana o al sectarismo ideológico. Dio, por el contrario, ejemplo de rupturas arriesgadas y solitarias, de posiciones a contracorriente de posturas demagógicas o de mayorías aseguradas, como cuando escribió esos dos grandes textos políticos mayúsculos que son el Discours sur le colonialisme [Discurso sobre el colonialismo] y la Lettre à Maurice Thorez [Carta a Maurice Thorez], que, en 1956, acompañaron su renuncia al partido comunista, cuya principal figura surgida de las colonias era él. 

Recuerdo también que este pariente de los grandes sueños es asimismo un lúcido constructor del presente, y que siempre estuvo atento a confrontar sus convicciones y pensamiento con la prueba de lo concreto, con las preocupaciones cotidianas de la vida pública, siempre a la escucha de las aspiraciones inmediatas de la población de la Martinica y de los habitantes de los barrios modestos de su ciudad, Fort-de-France. Y esto sin jamás considerarse por sobre su pueblo, a la manera de un guía omnisciente, ni oculto entre bambalinas por prudencia electoralista, sino en pie al lado de su pueblo, fiel traductor de sus exigencias, de sus avances como de sus lentitudes, y asimismo verdadero despertador de las conciencias y aglutinador de las voluntades sinceras. Tal como lo subraya la divisa del partido que fundó, para él la llave del futuro es principalmente el trabajo colectivo de los martiniqueses.

Y la principal lección de su acción política es ciertamente esta certidumbre siempre reafirmada de que los verdaderos avances de la libertad y de la dignidad no son los que se otorgan desde arriba ni los que se decretan de afuera, sino los que se conquistan mediante la responsabilidad colectivamente asumida. 

Bien entendido, todo esto vino acompañado de heridas y de silencios que lo habitan, según él mismo confiesa. Y es, sin duda alguna, su poderosa creatividad poética y dramática lo que lo ha ayudado a preservar su "sed irremediable", a pesar de todas las sequías y ciclones sufridos en su historia. 

Es su teatro, por ejemplo, en el que desfilan, en sus cuatro piezas, toda una galería de constructores entre los campos en ruinas de la historia: los dos héroes míticos del Rebelle y de Caliban, que encuadran las dos figuras históricas del Rey Christophe y de Patrice Lumumba, que cimentan hasta la muerte la fundación de sus naciones, a partir de cero, en Haití y en el Congo.

Y para este hombre de palabras, maestro de la oralidad tanto como de la escritura, es, en definitiva, especialmente la poesía la que constituye su "palabra esencial", que reúne la herencia cultural de tres continentes, y que ciertamente hace de él uno de los grandes poetas de este siglo, cuyo ejemplo y lectura nos dan, a todos nosotros sus lectores del mundo entero: "la fuerza de mirar hacia mañana". 


© 2003, Daniel Maximin 


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Wikipedia: Aimé Césaire (en castellano y en francés); Daniel Maximin (en francés). 


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