Yo me confiaba hace muy poco a un "amiguito" mío, un buen mediquito de los míos, más claro, Léo Gutman, sobre ese gusto cada vez más vivaz, pronunciado, virulento, qué digo, absolutamente despótico que me nacía por las bailarinas... Le pedía su parecer... ¿En qué iba a convertirme?, ¡yo, con familia a cargo! Le confesaba toda esa pasión que me devoraba...
"¡En una pierna de bailarina el mundo, sus ondulaciones, todos sus ritmos, sus locuras, sus deseos están inscritos!... ¡Jamás escritos!... ¡El más delicado poema del mundo!... ¡Conmocionante! ¡Gutman! ¡Todo! El poema inaudito, cálido y frágil como una pierna de bailarina moviendo equilibrio, está al teléfono, Gutman, amigo mío, a la escucha del más grande secreto, ¡está Dios! ¡Está Dios mismo! ¡Así de simple! ¡He ahí el fondo de mi pensamiento! A partir de la próxima semana, Gutman, después de que termine... ya no quiero trabajar más que para las bailarinas... ¡Todo para la danza! ¡Ninguna otra cosa más que la danza! La vida las toma, puras... las transporta... al menor impulso, quiero ir a perderme con ellas... por toda la vida... vibrante... onduladora... ¡Gutman! ¡Ellas me llaman!... Ya no soy más yo mismo... Me rindo... No quiero vacilar [¿?] en el infinito... en la fuente de todo... de todas las ondulaciones... La razón de ser del mundo está ahí... No en otra parte... ¡Perecer por la bailarina!... Estoy viejo, pronto voy a reventar... Quiero derrumbarme, desmoronarme, disiparme, vaporisarme, tenue nube... en arabescos... en la nada... en las fuentes del espejismo... quiero perecer por la más bella... Quiero que ella sople sobre mi corazón... Dejará de latir... ¡Te lo prometo! ¡Hacete a la idea, Gutman, de que me acerco a las bailarinas!... De una que quiero cagarme muriendo, sabés, como todo el mundo... pero no en un vaso para la mesita de luz... por una ondulación... por una hermosa ondulación... la más danzarina... la más emocionante..."
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